Ha llegado la hora de Jairo Mora


Jairo Mora Sandoval

Este articulo lo ilustra una foto de Jairo Mora Sandoval, de quién desearía nunca haber oído. Porque, en mi caso, conocer su nombre implicó leer sobre él en el periódico. Porque leer sobre él en el periódico implicó ver la nota sobre su muerte.

Cómo desearía que él hubiera seguido siendo el héroe anónimo y cotidiano de quien en la meseta central, entre manglares de cemento y manadas de carros, ni nos enterábamos. Pero el viernes, su amor por la vida irónicamente lo catapultó directo a la muerte. Muerte a manos tanto de la violencia como de la negligencia, esta última en la cual debemos incluirnos todos.

Y, precisamente, esa foto me atraviesa el pecho porque no podría ser más elocuente. Jairo estaba solo en la playa. Sólo, literalmente. El viernes los depredadores se cansaron de topárselo recio para enfrentarlos, duro para defender la vida misma. Y entonces decidieron sacarlo de su cuerpo a sangre fría, cegándole la vida que recién había aruñado el cuarto de siglo.

Al hacerlo, una vez más los depredadores pecaron de miopía . Al igual que cuando sacrifican una tortuga para vender sus huevos en conservas disque afrodisíacas o para usar su nido como escondite de ese polvillo blanco que intenta paliar la anemia existencial de algunos cuantos; en el homicidio de Jairo, su ceguera no les permitió imaginar que se llevaban un héroe pero nos daban un mártir.

Un mártir cuya muerte podría por fin hacer que su causa llegue a los corazones de la selva de concreto, tanto nacional como global. Un mártir cuya partida nos llena de furia y de tristeza, pero nos recuerda justamente que es hora de ponernos de pie, con las manos unidas y la frente en alto, para luchar contra las mafias transnacionales que quieren apoderarse por completo de nuestra tierra.

Mafias de la economía informal, como el tráfico de drogas a pequeña y mediana escala, y de la economía formal, como la refinería que se pretende instalar justamente en la playa donde aún están de luto las baulas por la partida de su ángel. Es obsceno y perverso que a 72 horas de la muerte de Jairo Mora Sandoval y a menos de 24 horas de su entierro en el humilde pueblo de Gandoca, hoy se haya firmado el acuerdo para establecer la petrolera china en Moín, lugar que la vida misma (nada más y nada menos) pide a gritos que se declare santuario natural.

Así que tal vez ya sea hora de ir más allá de comprar la bolsita verde de tela en el supermercado o el cuaderno de papel reciclado. Tal vez, al igual que dice la canción de don Juanito, por fin haya llegado la hora de Jairo Mora.

Ojalá nos veamos y sintamos en la vigilia el miércoles.

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