"Quisieron enterrarnos, pero nunca supieron que éramos semilla"

Imagen tomada del Sistema Educativo Rebelde Autónomo Zapatista de Liberación Nacional - Zona de Los Altos de Chiapas 

El pasado viernes 07 de noviembre – exactamente 43 días después de la desaparición forzosa de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa en Guerrero– el fiscal general de México, Jesús Murillo Karam, hacía pública por primera vez la reconstrucción total del caso pues, dado el testimonio de los sicarios detenidos, por fin se alcanzaba el eslabón pendiente en torno a la masacre, al revelar que los jóvenes habían sido asesinados de forma masiva y que sus cuerpos habían sido incinerados con gasolina.

No obstante el impacto de finalmente hacer oficial el relato del hasta entonces sospechado asesinato de los normalistas, paradójicamente fue otra afirmación de Murillo Karam – igualmente trágica pero esta vez por vergonzosa – la que recibiría atención mundial al concluir la rueda de prensa. Cerca de una hora después de recibir las preguntas de los medios, el fiscal general de México mira a uno de sus asistentes y le indica que termine la rueda, para luego soltar con micrófono abierto la frase “Ya me cansé”.

Predeciblemente, la opinión pública mexicana – tanto a nivel de medios como de redes sociales – reaccionó enfurecida ante tan clara evidencia del desparpajo institucional en la nación azteca. En cuestión de horas, decenas de memes en línea se hacían acompañar de grafitis en las principales ciudades mexicanas, donde el tristemente célebre “Ya me cansé” se haría acompañar de expresiones como “…de vivir en una narcofosa”, “…de la corrupción y del miedo”, y “…de este pinche gobierno”.

De que México vive una crisis a nivel de Estado – ya no sólo gubernamental – quedaba poca o ninguna duda. Una nación recia, luchadora, guerrera y orgullosa de su sangre ha visto con horror durante los últimos veinticinco a treinta años como las instituciones que otrora se concibieron para garantizar el bien común, una a una han caído presas de los tentáculos de la corrupción y, principalmente, del crimen organizado.

Unido a este trágico escenario se encuentra la condición perenne de pigmentocracia en la nación mexicana, donde la discriminación basada en el color de la piel y los rasgos de la cara está tan entronizada que basta una mirada ligera a un medio de comunicación masiva clave como la televisión para descubrir el discurso cargado de arquetipos de belleza, de poder y de éxito que niega y oculta abruptamente el origen socio-racial y de clase de la población mexicana y que, al hacerlo, evidencia ser un espejo discursivo de la sociedad pigmentocrática colonial.

Sin embargo, este Estado mexicano desangrado por el narcopoder y herido letalmente por la construcción ficticia de sociedad que impulsan sus medios  a través de la idiotización masiva, no agoniza justamente por la grandeza y por el temple de sus mujeres y hombres, quienes actualmente no escatiman en coraje para protestar enérgicamente en las calles por la masacre de Iguala y que al mismo tiempo han tomado también las calles de la opinión pública – es decir, las redes sociales – para realizar valientes denuncias que bien podrían costarles literalmente la vida.

Así, debajo de la superficie de ser el país que elige presidente al aprendiz de galán de telenovela - a su vez, marioneta del telepoder y otros poderes –, México se yergue y demuestra a las demás naciones latinoamericanas que sus estudiantes no marchan para reducir el costo de la matrícula y, de paso, impulsar sus propias carreras políticas -como ocurrió visiblemente en el hemisferio sur hace tres años - o, aún más paradójicamente, para conservar intactos los regímenes de privilegio salarial de los feudos universitarios, bajo el leitmotiv de salvaguardar las becas - como ha ocurrido recientemente en nuestro entorno.

No. Las y los estudiantes mexicanos de las escuelas normales en zonas rurales y postergadas, marchan – en sus propias palabras – por la dignidad, la justicia social, la educación crítica y por una revolución socialista en México y, con ello, se convierten en  el último bastión de la Revolución Mexicana. Sus estudiantes, en clarísimo contraste, nos enseñan que la lucha no se trata de buscar el protagonismo por medio de videos virales hechos en la comodidad de locaciones paradisíacas y escogidas a dedo donde se lanzan consignas tipo slogan que jamás se acompañan de ninguna práctica de lucha y que, a diferencia, abaratan la pelea por la justicia social al engalanarla con parafernalia clásica de la publicidad comercial.

Muy por el contrario, las normales rurales mexicanas son cunas de conciencia social que enseñan para servir al pueblo y no a la empresa privada, y que no fomentan en su interior ni plazas con salarios exorbitantes que salen del presupuesto estatal ni jerarquías de puestos hereditarios bajo la figura clientelar del asistente, entre otras perlas. Menuda lección, sin duda, para instituciones educativas de otras latitudes.

Luego, la tragedia de Iguala escribe ahora con sangre un nuevo capítulo en la historia de lucha del pueblo mexicano. Uno que ha puesto de manifiesto - como pocas veces antes - la corrosión del Estado y la putrefacción de quienes ostentan los cargos de gobierno. Esta masacre sirve también como lupa magnificadora de otras expresiones genocidas que, no obstante su violencia, han permanecido prácticamente invisibilizadas bajo el oscuro velo patriarcal, como las miles de mujeres muertas en Ciudad Juárez, de quienes sólo las niñas entre 12 y 18 años se estima que suman más de dos mil desaparecidas.

Sea entonces su muerte la semilla que dé fuerza a la lucha social urgentemente necesitada para transformar nuestra realidad latinoamericana, tanto en su suelo – hoy regado con su sangre y con las lágrimas de los suyos – como en los nuestros, donde reina la desigualdad impulsada por el apego a la acumulación, al privilegio y a la incapacidad de pensar en las y los demás, por lo que la solidaridad se aleja herida para dejar el paso libre a una egoísta y confundida versión de libertad que sólo suele ocuparse de sí misma.

* Politóloga, educadora y filóloga en lengua inglesa. http://lasbarbasenremojo.blogspot.com 

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