Mi Pintica
Pinta (2009 - 2016) |
El corazón se me hizo añicos desde entonces y hasta hoy escribo su esquela porque antes, francamente, no había sido capaz. Aún hoy, lo hago en medio de lágrimas porque la extraño - en casa todos la extrañamos porque la queríamos mucho - y aún no me hago a la idea de su partida.
De ella aprendí mucho y estoy plenamente segura de que me dio - nos dio - mucho más de lo que nosotros le dimos. Nos dio cariño, amor y alegría de manera incondicional; nos enseñó que el amor no se gana con apariencias o poses sino con la esencia.
Pintica vino sin que nadie se lo pidiera y dudamos en dejárnosla. Siete años y tres meses después, el día de su partida, estaba rodeada por tres adultos humanos - mi mamá, mi papá y yo - que la llorábamos destrozados al tocar por ultima vez su pelo suave para decirle adiós y cubrirle el cuerpo para enterrarla.
Y eso no es poca cosa. No es sólo es más de lo que tienen muchos otros perros de raza fina y de raza no fina, pues a casi ninguno lo entierra su familia humana dolida. Muchos son dados al veterinario para que dispongan de ellos, otros son echados a la basura y hasta he sabido de perros que van a dar a cauces de ríos tras morir. También es más de lo que - lastimosamente - tienen muchas personas.
El propio veterinario nos agradeció por darle una buena vida, llena de cariño y con gran respeto por su condición de perra. Sin humanizarla, sin ponerle ropa, sin endilgarle roles que no le correspondían.
Era una amiga, eso sí. De otra especie, pero una gran amiga. Y, como todos los amigos (que suelen ser pocos), era la familia que uno escoge. Y su ausencia nos duele hasta la médula, aunque nos quedan dos de sus Pinticas: Mina y Lenguas,
Adiós Pintica, amiga querida y gran compañera. Hasta siempre y espero que tu espíritu activo, alegre y luchador nos acompañe siempre y nos permita siempre ver a los animales como amigos.
Te queremos mucho.
Comentarios
Publicar un comentario