De golpes en el pecho, de guerras fácticas y simbólicas, y del inminente peligro de la hermandad
"Patria" de Rafa Fernández |
Así, con una comunicación escrita de escasas siete líneas, se desataba un polvorín con características de guerra simbólica que veía a cientos (quizá hasta miles) de “patriotas costarricenses” correr a rasgarse las vestiduras y a golpearse el pecho en total indignación por semejante atentado a la soberanía nacional. Siete recursos de amparo fueron interpuestos ante la Sala Constitucional y, de ellos, tres o cuatro acusaban a la Ministra de Educación de cometer traición a la patria. Los patriotas valientes y viriles trocaban la tosca herramienta computacional por armas legales y discursivas para defender la “fenecida y manchada” honra nacional.
Los medios, por supuesto, se dieron a la tarea de cubrir aquel sainete. Sin embargo, y para sorpresa de propios y de extraños, la construcción mediática no empujaba mayoritariamente al odio – al menos no de manera explícita – aunque ciertamente se buscó atizar un poco el fuego al no hacer énfasis en el hecho de que dicha directriz se había girado para esos cinco circuitos escolares que, de un total de 191 circuitos que componen todo el territorio nacional, no conforman siquiera un 5% de la red de centros educativos de primaria en Costa Rica.
El tiempo, como siempre, diluyó el escándalo con un vaivén de explicaciones y una atinada decisión de la Sala Constitucional de reconocer que el acto no implicaba ninguna amenaza a la soberanía nacional ni, por supuesto, traición alguna. El día último del mes llegó y la misma prensa reportaba cómo en al menos dos de los centros educativos situados en los circuitos convocados en efecto se había cantado el himno del hermano país y las madres migrantes, emocionadas hasta las lágrimas, habían acompañado a sus hijos para estar presente en este momento.
Luego, la normalidad parecía retornar al terruño pero, algunas cabezas suspicaces y asqueadas por la reacción xenofóbica desatada en ciertos sectores, no podíamos dejarnos de pensar en algunas interrogantes que nos gustaría plantearles a los hermanos patriotas cuyos pechos se golpearon al calor del peligro esgrimido para el alma nacional (el sarcasmo, como siempre, es cortesía de la casa). Así, entre las preguntas que surgen para hacer a la “patriotada” tica, destacan las siguientes:
- ¿Cuándo fue la última vez que usted protestó para defender los derechos de los pueblos indígenas costarricenses? ¿Puede, al menos, nombrar cuatro de los veinticuatro territorios indígenas en el país? ¿Los ha visitado? ¿Cuántas veces ha donado su trabajo a proyectos comunitarios en estas zonas tan remotas? La plata donada (si la hubiera) no cuenta, porque se da más con espíritu de limosna que otra cosa. Porque manda (como se dice popularmente) que personas tan patriotas y tan preocupadas por el alma nacional no se ocupen de defender a viva voz y con hechos (más que palabras) los derechos de los primeros habitantes del país. Digo yo.
- ¿Se informa sobre la morosidad en materia de cuotas obrero patronales y en impuestos antes de adquirir un producto o servicio? Porque si no, el Estado costarricense le vale gorra, básicamente. Doble puntaje de hipocresía si viaja en Über o apoya esta iniciativa con el cuento de que “es un servicio de gran calidad y muy económico” porque, si bien lo anterior puede ser cierto, desde el punto de vista social es indefendible permitir la operación de una transnacional que no le deja un solo cinco al Estado costarricense, por cuyas calles transita (para bien o para mal) esa flotilla. Hasta colegas profesores de universidades estatales oye uno defendiendo semejante negocito y hasta que da risa luego pensar que les dicen a los estudiantes que vayan a marchar por el FEES. O sea, como quien dice “Defiendan ustedes al Estado que nos paga que yo defenderé al mercado para que haga lo que le da la gana”. Y lo vacilón es que ahora que el porteo fino ese va a aceptar efectivo y a obligar a sus estrellas del volante a tributar, estos hasta protestan porque no se quieren sentir “taxistas”. Viva la doble moral.
- ¿Qué tiene pensado comprar en el “Black Friday” 2016? Sí, ya sé, va a decir que usted no participa en esas carajadas porque son importaciones gringas pero habría que ver los movimientos de su tarjeta de crédito del año pasado para creerle. En todo caso, es un hecho que sabe de qué se trata la “fecha” y no lo hemos visto protestar por esta tan reciente invasión simbólica y comercial a nuestro país. Además, ¿acuñó el hashtag #JesuisCharlie cuando los atentados de Paris en 2015? Es probable que hasta haya puesto la bandera gala de fondo de su foto. Si es así, ¿habla francés y ha leído ese semanario? Creo que la respuesta es obvia pero, para darle el beneficio de la duda, vale la pena preguntarlo.
- En la misma línea, ¿ya probó el “Pumpkin Spice Latte”? Si no, debería ir corriendo porque, dado que esta creación barística importada es una verdadera “ayotada”, le quedaría como anillo al dedo. Es la metáfora colonialista hecha realidad: el “Thanksgiving” metido en la taza de café que siempre hemos visto como nuestro grano de oro y que incluso forma parte de la cosmovisión de nuestros pueblos indígenas. Para más señas, es poner un “pastel de calabaza” (prohibido decir ayote, por su clara connotación náhuatl) en la taza de café y, es más, en las cuñas radiales de la empresa incluso dicen “Ya llegó a Costa Rica el verdadero sabor del otoño”. Entiéndase el otoño imaginario porque aquí en el puritico trópico nuestras estaciones sólo se demarcan por aguaceros más, aguaceros menos.
- ¿Trabaja fuera de la casa? ¿Le preocupa la criminalidad? Si respondió afirmativamente a ambas preguntas, le invito a pensar en quién hace el trabajo doméstico remunerado en su hogar y en quién hace las labores de seguridad en su barrio porque casi puedo apostarle que se trata de personas migrantes nicaragüenses. Entonces, ¿no le parece mucha hipocresía que podamos confiarles nuestros hijos, nuestras casas y nuestras comunidades a diario y por salarios que muchas veces no llegan al mínimo pero no podamos soportar que se entone el himno de su país en las escuelas donde la mayoría de niños son migrantes?
Qué pequeños somos. Y no solamente en tamaño sino en mentalidad. La ambición por el consumo y los resabios que aún nos quedan de épocas doradas nos han robado la capacidad de ver más allá. Somos torpes y creemos que ser tico es una canción bonita que se pone ahora de moda en el mes de la Patria, un chifrijo y la camiseta roja de la “Sele”, además de destilar odio y xenofobia para quienes vemos por debajo del hombro mientras adoptamos con brazos (y piernas) abiertos todas las imposiciones foráneas que nos parecen “cool” y “chic”, aunque ni tengamos idea de qué se tratan.
Bogotá, 02 de octubre de 2016. Por un ínfimo margen, el pueblo colombiano rechaza el histórico acuerdo de paz firmado por el gobierno de Juan Manuel Santos y por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Contra todos os pronósticos, pudo más el eco de los discursos ultra derechistas de Uribe y de los medios sicofantes que clamaban a gritos por rechazar la paz en aras de la justicia (no sé ni cómo entender eso, pero pude escribirlo).
La Colombia urbana, clase media y alta le dice que no a la paz porque no le parece lo suficientemente blanca. La Colombia rural, la que más muertos ha puesto, llora desangrada de ver cómo la historia se ríe una vez más de su tragedia, pero esta vez en las urnas con una decisión validada por el soberano.
El resto del mundo mira en silencio. Incrédulo. Conteniendo el aliento y deseando que la entereza de Santos y de su gabinete de patriotas logre recuperar fuerza tras este golpe y salga con la cabeza en alto y con la paz (fáctica, no simbólica) intacta. La primera declaración del gobernante es buena. Es alentadora. Rechaza el odio, recuerda la naturaleza de su investidura y enfatiza que la paz es el camino.
En Costa Rica, la nación de paz, las redes arden en comentarios. Los colombianos en nuestro país también optaron por el “NO”. Esa colonia que constituye el tercer grupo de personas migrantes en nuestro país, se decantó por rechazar el acuerdo firmado. Y esto causa sorpresa. Excepto algunos extremistas muy dañados, la mayoría de ticos se pregunta cómo se puede rechazar la paz. Se rasgan las vestiduras y preguntan cómo es posible preferir el odio y mantener abiertas las heridas. Y lo mejor es que esa misma pregunta se podría aplicar a la xenofobia disfrazada de falso patriotismo que se suscitó con la situación del himno. ¿O no es cierto que la raíz del odio es siempre la misma: el miedo al otro, la incapacidad de perdonar y el deseo de venganza?
Ay, noble patria, que tu hermosa bandera no sólo decore ventanales en septiembre y que la expresión de tu vida nos permita superar nuestra eterna mezquindad; vos que sos grande y magnífica en biodiversidad y geografía, perdoná a estos hijos tan avaros de espíritu y permítiles entender que bajo el límpido azul de tu cielo debe vivir siempre el trabajo de todas y todos – propios y no propios – y que la paz no sólo implica la ausencia de conflicto armado sino, y principalmente, superar el miedo infundado a eso que hasta hoy hemos concebido como inminente peligro: la hermandad.
Rosemary Castro Solano
Politóloga, educadora y filóloga en lengua inglesa
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