"Don't look at me; just fuck me": parábola de las paradojas
Muestra del marketing que secuestra la lucha feminista y la hace discursivamente suya por unos dólares más. |
Una nueva paradoja escandinava surge a partir de un estudio de la plataforma británica YouGov (un Latinobarómetro de por allá): en Dinamarca, modelo europeo y global de equidad de género, solo una persona de cada seis se considera "feminista", lo cual coloca a la nación danesa entre las menos "feministas" de las más desarrolladas del mundo.
Los resultados sorprenden puesto que el país es modelo de equidad y en sus disposiciones pioneras en igualdad salarial y cuido universal de niñas/os. Sin embargo, todo parece indicar que las/os danesas/es prefieren vivir cotidianamente el feminismo que enunciarlo y que acciones que en otros lugares pueden considerarse "feministas", en Dinamarca son vistas como usuales.
Se piensa además que la razón también reside en el rechazo generalizado a la llamada "krænskelseskultur" o "cultura de la ofensa", pues las/os danesas/os consideran que no tiene caso reaccionar socialmente cada vez que alguien se dice ofendida/o pues siempre habrá alguien que dice estarlo e incluso la ex Ministra de Equidad cuyo trabajo se consideró más pionero en pro de los derechos de las mujeres, decía no considerarse feminista.
Lo anterior quizá explique también por qué en Dinamarca sólo un 4% de los hombres y un 8% de las mujeres afirman tener una imagen favorable del movimiento "MeToo", el cual incluso es abiertamente rechazado por dos de cada cinco daneses.
¿En conclusión? Parece que, a pesar de su posición geográfica, en Dinamarca el frío no está en las cobijas (ni en las sábanas) y que, a diferencia de aquí, allá no sería buen negocio ponerse una camiseta de "Acosador carepicha" mientras se posa para la cámara en actitud de total sumisión sexual para dar a entender (con el fin de posicionar tu mercancía bondage en la red a punta de mercantilizar consignas políticas): "Don't look at me; just fuck me."
Sólo en Tiquicia, donde hoy vale la pena dedicar un minuto de silencio por los cerebros de quiénes se "emancipan" en el doble discurso y (aún peor) de quienes lo hacen guiadas/os por casitos similares que, discurso aparte, básicamente persiguen unos peniques más para su cuenta y para ello venden consignas al mejor postor e incluso carnavalizan como fetiches patriarcales - al apropiárselas como valor de mercado - las sexualidades divergentes ajenas.
Cambio y fuera.
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