¿Ausentes o invisibles? Las mujeres y la abolición del ejército en Costa Rica

Pioneras de la lucha política por los derechos de las mujeres en Costa Rica

De este año en adelante, a menos de una semana de conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres – también conocido como el #25N- en Costa Rica tenemos una efeméride “nueva” – al menos a nivel de su inclusión en el conjunto de feriados de ley – cuando celebremos cada 01 de diciembre un nuevo aniversario de la abolición del ejército en el país. 

Luego, tras la invitación de LaRevista.cr para compartir una reflexión en torno a esta fecha patria, me di a la tarea de conjugar ambos hitos para rastrear el papel de las mujeres en torno a dicha coyuntura con el fin de dilucidar si la falta de nombres de mujeres en la narrativa oficial se debe a una ausencia o a una invisibilización del aporte femenino en dicho acontecimiento histórico. 

Comienzo entonces esta reflexión que busca rescatar la participación política de las mujeres costarricenses en la primera mitad del siglo XX subrayando el hecho innegable de que los nombres que recordamos en torno a esta coyuntura histórica 1948-1949 son todos de hombres, y que este hecho no puede obedecer a una casualidad sino a una forma de concebir la política y de contar la historia. 

De seguido cabe preguntarse dónde estaban las mujeres costarricenses movilizadas y activistas al momento de la abolición del ejército. Hablemos entonces de la Liga Feminista Costarricense (LFC) que, fundada en 1923, surgió como el brazo nacional de la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas y estaba integrada mayormente por mujeres docentes quienes, presididas por Ángela Acuña Braun, en 1925 solicitaron por primera vez -y sin éxito- el otorgamiento del derecho al sufragio para las mujeres costarricenses. 

No obstante este revés inicial, la Liga Feminista Costarricense – en la que además sobresalían pioneras como María Isabel Carvajal Castro, la gran Carmen Lyra; Ana Rosa Chacón González , una de las primeras tres mujeres en resultar electas diputadas en el país; Esther de Mezzerville Ossaye, Sara Casal Conejo, María Ester Acuña, Isabel Calderón, Lela Campos, Rosario Floripe, Lidia Fernández, América de Hern, Ana María Loaiza, Vitalia Madrigal Araya, Victoria Madrigal Araya, Marita O'Leary, Corina Rodríguez, María del Rosario Burgos, Marta Sancho, María Teresa Villegas, María Isabel Zamora y muchas otras cuyos nombres probablemente quedaron en el filtro de la historia– continuó su lucha al repetir sin éxito la petición del voto femenino al Congreso en 1931, 1936 y 1939, y se diversificó al constituir organizaciones derivadas como la “Liga Cultural Femenina” y la “Mesa Redonda Panamericana”, cuyo quehacer se difundía por medio de la prensa, de conferencias culturales y de acciones formativas -en educación cívica y en capacitación en oficios- dirigidas a mujeres. 

Así, surgiría en el país los primeros medios de mujeres, tales como el Semanario “Mujer y Hogar” (1943-1949) que, no obstante su nombre, fue un espacio del pensamiento feminista durante la década de los cuarenta, y el Semanario “Mundo Femenino” (1947-1949), fundado como escisión del primero y el cual, fue de menor duración por la coyuntura 1948-1949 pues necesariamente se vinculó con la problemática político-electoral de la época. 

Del mismo modo, imposible no subrayar la participación política de las mujeres en las “Jornadas Cívicas” del 15 de mayo de 1943 contra una reforma al Código Electoral que reducía las atribuciones de las juntas electorales en conteo de los votos y las trasladaba al gobierno, y en la “Huelga de Brazos Caídos” de 1947 en la que la polarización creciente y las amenazas flagrantes al sistema de pesos y contrapesos obligaron al movimiento de mujeres a enfocarse en ejercer presión por la democracia en su sentido amplio y, con ello, a quitar momentáneamente el dedo del renglón de modo que, en palabras de la historiadora Eugenia Rodríguez, “la lucha liderada en principio por la Liga en favor del voto femenino, fue completamente absorbida por la integración de las mujeres en la lucha entre las principales fuerzas políticas en beneficio del ejercicio de los derechos civiles y democráticos de la ciudadanía. 

Finalmente, tras los cambios derivados de la coyuntura de 1948, el 20 de junio de 1949 la Asamblea Constituyente de Costa Rica otorgó a las mujeres el derecho al voto y el derecho a ser electas, alcanzándose así el reconocimiento pleno de los derechos políticos de las mujeres en el país, mismo que se materializaría por vez primera el 30 de julio de 1950 con el voto histórico de Bernarda Vásquez Méndez en el plebiscito para determinar si La Tigra y La Fortuna seguían formando parte del cantón de San Carlos o se unían a San Ramón. 

Entonces, si volvemos sobre nuestra pregunta inicial de dónde estaban las mujeres costarricenses movilizadas y activistas al momento de la abolición del ejército, probablemente la respuesta más justa para reparar su invisibilización histórica sea decir que estaban al pie del cañón para salvaguardar la joven democracia costarricenses y para lograr abolir su propio grillete al luchar sin decaer durante casi tres décadas por obtener el voto femenino y, con él, igualdad en derechos electorales para las mujeres costarricenses. 

¡Aprendamos entonces los nombres que sabemos de las pioneras de nuestra lucha política y digámoslos en voz alta y clara para que las futuras generaciones – y la nuestra misma – nunca más se cuestione su presencia!


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