Les llovió a "los nadie" (otra vez)



Los nadie 


Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadie con salir de pobres,
que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca. 

Ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadie la llamen,
aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, 
o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadie: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadie: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos. 
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones. 
Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos. 
Que no tienen cara, sino brazos. 
Que no tienen nombre, sino número. 
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata.

Eduardo Galeano
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Octubre 2011. Otra vez, como cada invierno implacable de agua, les llovió a "los nadie". La cifra oficial de víctimas mortales es de 91 en todo el istmo, pero esta sólo nos habla de aquellos que ya no respiran. Aún no se ha cuantificado el dolor de quienes perdieron su casa, su siembra, el esfuerzo de toda la vida. 


Dice La Nación que tanto Guatemala como El Salvador han declarado "estado de calamidad pública" para usar sus fondos de emergencia que, obviamente insuficientes, deberán complementarse con ayuda internacional. Este mismo "estado de calamidad" fue también ya declarado en Nicaragua, mientras que Honduras y Costa Rica comienzan a llorar sus muertos en medio de un mar de barro y lágrimas.

Por su parte, quienes suelen tener la papa en la mano (leáse, el gobierno de Estados Unidos, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional) han comenzado a girar aportes para la reconstrucción del istmo desolado. Se les une también el gobierno de Taiwán, con quien Costa Rica rompió relaciones hace pocos años durante la segunda tanda del gobierno Palomino, y el Banco Centroamericano de Integración Económica, famoso en Tiquicia por la piñata de consultorías administrada precisamente por el hermano Palomino.

Y así, una vez más se escribe la eterna historia de medio apagar incendios para "los nadie". Resulta irónico y hasta indignante (ahora que está de moda la palabra) que Centroamérica se vea a sí misma capaz de negociar un TLC con Estados Unidos y un AdA con la Unión Europea (muy similares, a excepción del cuento europeo del "diálogo político"), pero que no sea siquiera mínimamente capaz de propiciar una gestión de riesgo tan preventiva como correctiva, basada en la solidaridad, educación y participación, y que ayude al menos a mitigar el dolor que les toca cada año a "los nadie".


¿Tan acostumbrados estamos a la tragedia que ya no nos sensibiliza? ¿Será que quienes tenemos la suerte de no sufrir tanto estos embates nos enjuagamos la culpa comprando víveres para donar o uniéndonos a campañas de levantar techos sin cuestionar absolutamente nada? Y no es que la asistencia esté mal. Por el contrario, en momentos de emergencia, es la única forma de ayudar al caído a ponerse de pie. El problema es que, una vez de pie (o medio de cuclillas), no se provee ninguna forma de estímulo a caminar, por lo que "los nadie" continúan eternamente paralizados, casi como en una trágica crónica anunciada del próximo alud que los tirará de nuevo al barro y, con ello, a la portada del periódico y a la alcancía del supermercado. 


Porque lo más triste es justamente que los principales afectados por los desastres naturales son también las eternas víctimas de la violencia económica, teñida de pigmentocracia y sazonada con altas dosis de cinismo (como aquel cuento de que todos íbamos a andar en BMW después de aprobar el TLC). Muchos, sobre la base de sus carencias y necesidades, se han comido los cuentos del Nuevo Modelo Económico y han acudido a las urnas alegremente ataviados con banderas y gorras, para votar por los que de por sí siempre ganan, como corderos que van al matadero a legitimar su exclusión perenne. 


Pensando un poco más seriamente en esa frase tan cínica de los BMW, sería que don Palomino quiso hacer una broma con esas siglas y, en lugar de referirse a los carros alemanes, utilizó la "nueva ortografía" típica de los usuarios de mensajes de texto para pensar que "BMW" significaba algo así como "Béme wevón (Véme guevón), qué mal que estoy". 


Claro, eso lo dirán "los nadie", que ahora no tienen ni bicicleta. Los "alguien", como él, siguen abanicándose con billetes y tratados, mientras ven la tragedia por televisión vía satélite, acompañados de un chocolate (irónicamente color barro) caliente.    

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