El cuerpo femenino como propiedad pública Quienes me conocen seguramente saben que en mi casa se compra La Teja prácticamente a diario. La excusa recurrente, pareciera, es llamar al sorteo de plata en el que se participa con activar el código. Así, normalmente, yo leo La Teja. Desde su aparición, me ha parecido un pasquín o tabloide, porque carece de sección de Opinión y se nutre principalmente de imágenes sensacionalistas y de una carnavalización de lo popular que, se nota a leguas, es una construcción mercadotécnica para sonar a pueblo. Sin embargo, a pesar del fracaso que en principio le auguré, ya lleva cinco años en el mercado e incluso se comió a su hermano clase media Al Día, relegándolo a la esfera meramente deportiva. Su fórmula es sencilla. Tabloide gráfico, colores estridentes, lenguaje rebuscado para sonar de la calle y sexo como eje transversal de su esfera de consumo. O, dicho más específicamente, mujeres como producto en venta para la penetración visual. Con el tie