Al tope del tope
"El sistema capitalista no precisa de individuos cultivados, sólo de hombres formados en un terreno ultraespecífico que se ciñan al esquema productivo sin cuestionarlo"
(Karl Marx, Miseria de la filosofía)
Me conecté hoy al Messenger y saludé a una amiga que estaba trabajando. Triste, puso un emoticón con lágrimas en los ojos y me dijo "Fuck, no pude ir al tope.". En ese momento, abrí mi boca vía teclado y expresé mi opinión al respecto "El tope es la celebración más absurda que hay.".
De más está decir que mi comentario desató una ráfaga de respuestas que iban desde el "A mí me gusta, se arma muy buen desmadre." hasta "pero entiendo que a la gente amargada no le guste, qué pena.", y nótese el piropo incluido. Entonces, muy didácticamente, traté de argumentar mi opinión inicial diciendo que es la celebración del pobre que aplaude la acumulación del rico, esta vez materializada en caballos cuya manutención y vida valen (en términos netamente económicos) mucho más que la vida de quienes les aplauden, hielera en mano, desde la acera. Como quien dice, "Venga y me aplaude, así me rinde pleitesía. De todas formas, yo siempre tendré más que usted porque así lo hemos pactado de facto. Su labor es devolverme lo que le pago, reinyectando su salario en mis múltiples inversiones. Y así ambos somos felices.".
Además, en términos femeninos, pocas actividades legitiman más la visión de mujer objeto. Subidas en robustos caballos de formas redondas, cuyas crines y pezuñas han sido debidamente acicaladas para el evento, las "mujeres centauro" marca Imperial, Pilsen, Cacique o (peor aún) de marca genérica, también han sido acicaladas en formas similares a las bestias, e incluso su cuerpo es celebrado con expresiones que las comparan con yeguas. Es el combo perfecto para el macho dominante: la criatura bestialmente entrenable, mitad mujer - mitad caballo, económicamente adquirible y buena para admirar y para la monta. He oído decir que en el país del sol naciente, se venden muñecas inflables con cara de mujer y cuerpo de yegua. Aquí no hace falta, para eso tenemos el 26 de diciembre y, aún más, las fiesticas esas de Palmares, como materialización viva de todo lo dicho.
Y aclaro que no se trata de erradicar tradiciones, pero definitivamente de vez en cuando hace falta ver las cosas con ojos analíticos. Yo tendría unos once años cuando mi tío me pasó la fotocopia de un artículo que analizaba al tope como celebración oligarca. Desde entonces, he tenido veintidós años para consolidar mi opinión y, más recientemente, para agregarle esa perspectiva de la mujer centauro como trofeo máximo del macho ganadero (o ganadero wannabe).
Por mi parte, paso. Lástima que la celebración más de pueblo, el carnaval del 27, haya sido eliminada por falta de patrocinio. Qué raro, ¿verdad?
Cambio y fuera.
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