El peligroso juego de la democracia electoralista
El país está en crisis y, aunque la enfermedad es más crónica que aguda, es innegable que la coyuntura política actual es también una factura histórica al PAC por jugar siempre al peligroso juego de la democracia electoralista.
Un partido históricamente carente de músculo político, a excepción de aquel 2006 dorado en el que los molinos del conteo manual y de la eliminación de mesas literalmente hicieron aguas; un partido que desde entonces sólo reúne el voto "en contra de" sin que nadie (ni ellos mismos) se les acerque porque cree en su propuesta (¿cuál propuesta?) pues se han hecho dos veces seguidas con el Poder Ejecutivo a punta de amasar el voto de quienes no quieren que gane X, y entiéndase X como "los mismos de siempre", "los del discurso del odio" e incluso como "los comunistas", pues en 2014 no les tembló el pulso para satanizar la izquierda con tal de debilitar a Villalta, de quién entonces sintieron pasos de animal grande.
Luego, a pesar de dárselas de expertos politólogos, las hordas de pegabanderas diplomados que integran el "núcleo duro" del partido de gobierno nunca fueron capaces de relacionar siquiera la coyuntura de sus dos victorias con el gran riesgo de jugar a la democracia electoralista, en la cual el voto es el fin último y ulterior que se impone incluso por encima del Estado mismo y del concepto de derechos (enfermedad padecida por Costa Rica desde la "sorpresiva" restauración de la reelección presidencial no consecutiva en 2003).
Entonces, el PAC - fiel discípulo de su maestro verdiblanco - decidió llevar el juego a otro nivel y profesionalizarse en cazar votos con las mismas técnicas que se usan para vender refrescos o con técnicas sectarias basadas en la defensa de la Patrona Nacional y en las que no escatimó siquiera en profanar símbolos patrios como hizo con el "Saludo a la bandera" en su publicidad de marzo 2018.
Así, con la complicidad de medios y academia, el eterno adolescente partidario se dedicó a hacerse con el Poder Ejecutivo sin importar cómo ni si estaba listo para ejercerlo. Sin importar tampoco si su tan cacareado caudal electoral después se hacía añicos en cuestión de meses pues, de todos modos, siempre estaban el cinismo y la soberbia como recursos a los que acudir para seguir entronizando la irresponsabilidad en el poder.
Tampoco preocupaba que en ambas ocasiones se gobernara con el Congreso en contra pues, por el contrario, esa era la coartada perfecta para aludir que su tan predecible fracaso en realidad se debía a que "en Cuesta de Moras no nos dejan gobernar" y mucho menos preocupaba llenar los cargos de confianza con porristas tan infulosos como ineptos que se llevaban millones en sobresueldos y/o consultorías, al tiempo que sus compadrazgos con empresarios importadores y con cabezas sindicales desangraban también las arcas públicas a vista y paciencia del pueblo.
De este modo, era cuestión de tiempo para que a ese PAC electoralista y plagado de figurones y figurines mesiánicos con pose de Cristo de Corcovado y dispuestos a hundir al país con tal de verse la banda presidencial al cuerpo, les llegara la factura. La factura por cocinar el poder en la hoguera de las vanidades, macerado en cinismo y soberbia, y aderezado con su patentado clasismo aporofóbico, gluten-free y made in El Farolito.
¿Lo malo? Que el monto de la factura ahora lo pagamos todas y todos. ¿Lo cierto? Que ya es hora de que el PAC reconozca su incapaz irresponsabilidad (ej. dieciocho años de oponerse a reformas fiscales y hoy dicen que hace veinte años son urgentes) y de que lo piensen dos veces antes de seguir vendiendo cascarones vestidos de héroes.
Un partido históricamente carente de músculo político, a excepción de aquel 2006 dorado en el que los molinos del conteo manual y de la eliminación de mesas literalmente hicieron aguas; un partido que desde entonces sólo reúne el voto "en contra de" sin que nadie (ni ellos mismos) se les acerque porque cree en su propuesta (¿cuál propuesta?) pues se han hecho dos veces seguidas con el Poder Ejecutivo a punta de amasar el voto de quienes no quieren que gane X, y entiéndase X como "los mismos de siempre", "los del discurso del odio" e incluso como "los comunistas", pues en 2014 no les tembló el pulso para satanizar la izquierda con tal de debilitar a Villalta, de quién entonces sintieron pasos de animal grande.
Luego, a pesar de dárselas de expertos politólogos, las hordas de pegabanderas diplomados que integran el "núcleo duro" del partido de gobierno nunca fueron capaces de relacionar siquiera la coyuntura de sus dos victorias con el gran riesgo de jugar a la democracia electoralista, en la cual el voto es el fin último y ulterior que se impone incluso por encima del Estado mismo y del concepto de derechos (enfermedad padecida por Costa Rica desde la "sorpresiva" restauración de la reelección presidencial no consecutiva en 2003).
Entonces, el PAC - fiel discípulo de su maestro verdiblanco - decidió llevar el juego a otro nivel y profesionalizarse en cazar votos con las mismas técnicas que se usan para vender refrescos o con técnicas sectarias basadas en la defensa de la Patrona Nacional y en las que no escatimó siquiera en profanar símbolos patrios como hizo con el "Saludo a la bandera" en su publicidad de marzo 2018.
Así, con la complicidad de medios y academia, el eterno adolescente partidario se dedicó a hacerse con el Poder Ejecutivo sin importar cómo ni si estaba listo para ejercerlo. Sin importar tampoco si su tan cacareado caudal electoral después se hacía añicos en cuestión de meses pues, de todos modos, siempre estaban el cinismo y la soberbia como recursos a los que acudir para seguir entronizando la irresponsabilidad en el poder.
Tampoco preocupaba que en ambas ocasiones se gobernara con el Congreso en contra pues, por el contrario, esa era la coartada perfecta para aludir que su tan predecible fracaso en realidad se debía a que "en Cuesta de Moras no nos dejan gobernar" y mucho menos preocupaba llenar los cargos de confianza con porristas tan infulosos como ineptos que se llevaban millones en sobresueldos y/o consultorías, al tiempo que sus compadrazgos con empresarios importadores y con cabezas sindicales desangraban también las arcas públicas a vista y paciencia del pueblo.
De este modo, era cuestión de tiempo para que a ese PAC electoralista y plagado de figurones y figurines mesiánicos con pose de Cristo de Corcovado y dispuestos a hundir al país con tal de verse la banda presidencial al cuerpo, les llegara la factura. La factura por cocinar el poder en la hoguera de las vanidades, macerado en cinismo y soberbia, y aderezado con su patentado clasismo aporofóbico, gluten-free y made in El Farolito.
¿Lo malo? Que el monto de la factura ahora lo pagamos todas y todos. ¿Lo cierto? Que ya es hora de que el PAC reconozca su incapaz irresponsabilidad (ej. dieciocho años de oponerse a reformas fiscales y hoy dicen que hace veinte años son urgentes) y de que lo piensen dos veces antes de seguir vendiendo cascarones vestidos de héroes.
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