La estrategia del girasol
El día antes, tras un bloqueo agresivo que incluía lanzamiento de piedras a transeúntes y oficiales, un grupo de supuestos estudiantes corrieron a refugiarse en el campus so pretexto de que la autonomía universitaria es una especie de inmunidad territorial donde quién infringe la ley y viola el orden se convierte, automáticamente al cruzar el umbral académico, en intocable. Por su parte, la Fuerza Pública destacada mordió el anzuelo y entró a la gruta sagrada, donde además usó fuerza desproporcionada para intentar sacar a los querubines y terminó por causar daños visibles a la infraestructura universitaria.
De inmediato, se oyó el rugido del espíritu de la autonomía que, como ocurre cada cierto tiempo, despertó contra el Estado - nunca contra el mercado y mucho menos contra las casas de préstamo internacionales a las que ni siquiera les ladra - para revivir el enemigo discursivo más predecible de todos en un contexto de resistencia: la supuesta brutalidad policial, en cuyas alas de inmediato subieron las cabezas universitarias para volar hacia el Olympo heroico que a la vez les permitía (por fin) dejar atrás meses de intensos cuestionamientos sobre sus bochornosos salarios y demás beneficios.
No obstante, yo pregunto humildemente: si desde las ciencias sociales sabemos que la violencia no se genera en un día pues obedece a un proceso y además, según la benemérita UCR, la represión policial en Costa Rica es tal que amerita paralizar todas las demás discusiones, ¿por qué la institución no tiene el tema como prioridad permanente en su agenda? Es decir, ¿por qué no se hacen Foros Institucionales al respecto, y se financian también cátedras, iniciativas de extensión docente y tesis sobre la aguda problemática de la "violencia policial"?
¿Por qué no se usan fondos FEES para capacitar a nuestros cuerpos policiales en materia de derechos humanos y prevención de la violencia por medio de trabajos comunales (TCUs)? En 2010 tuve a mi cargo una consultoría para diseñar, impartir y evaluar un módulo de esos mismos dos temas para los 98 oficiales de la policía penitenciaria del Centro de Formación Juvenil Zurquí y si una sola persona puede desarrollar con éxito este proceso, con más razón pueden (y deben) hacerlo las y los estudiantes de tan prestigiosa y comprometida casa de estudios, guiados por sus igualmente capaces docentes.
Porque lo llamativo es que el tema no sólo no se trata con regularidad - ni en la esfera académica ni en la palestra nacional - sino que ahora que literalmente se explota como chivo expiatorio mediático, se enfoca desde una óptica totalmente maniquea de "buenos" y "malos" en la que parece dejarse de lado lo que en la academia sabemos de sobra; que la violencia es un fenómeno multifactorial y que toda persona peligrosa primero fue vulnerable. Luego, si la universidad se siente referente obligado en justicia social, ¿por qué no comparte las mieles de su sapiencia con las y los oficiales que - en contraste con los millonarios sueldos de las y los académicos en propiedad - devengan salarios mínimos y trabajan en condiciones paupérrimas?
¿O será que el tema sólo sale del sótano cuando se intenta poner un alto a los abusos de manifestantes que ven el campus como madriguera y entonces, de paso, se plantea la "lucha por la autonomía" como cortina de humo para callar a quiénes cuestionan los privilegios de las cúpulas universitarias?
Ayer muchas y muchos marcharon bajo la consigna de que vivimos en un estado represivo - encabezado por policías de sueldo mínimo y condiciones vergonzosas - en el cual la Universidad de Costa Rica se juega la piel a diario en luchas anti statu quo al estilo Tlatelolco 1968 y Managua 2018.
Sin embargo, esas y esos manifestantes no ven que hace meses la misma universidad cerró filas con el oficialismo para asegurar la continuidad en el poder y que nunca se ha sonrojado al entregarse al Banco Mundial/BID, a cambio de torres de parqueo que devastan bosques y de edificios hechos para erradicar convivencia. No se dan cuenta de que quiénes los instan a marchar gozan de privilegios inimaginables (principalmente sus obscenas pensiones) y los cuales están en la picota, por lo que les resulta muy conveniente orquestar la "lucha por la autonomía" para seguir barriendo gollerías bajo la alfombra.
No se percatan (o no quieren hacerlo) de que la misma institución autoproclamada referente en justicia social, gasta 80% de su presupuesto en salarios de UNOS CUANTOS pues no se inmuta siquiera de mantener en interinazgo a más de 4 mil docentes que sólo devengan salario y aportan a su pensión en 8 de los 12 meses del año dados los infaltables cortes que sufren en su nombramiento. Hacen caso omiso (o tal vez no conocen) la enorme disparidad entre la antiguamente llamada Sede Central y las Sedes Regionales (y ni hablar de los Recintos) donde la infraestructura es deficiente (paupérrima en algunos casos) y las oportunidades son dolorosamente menores.
En resumen, las y los manifestantes que con tanto orgullo desfilan en nombre de la vilipendiada universidad pública no parecen comprender aquella lección que la historia nos ha enseñado tantas veces pero que se repite muy poco en las aulas: LA EMANCIPACIÓN NUNCA SE GESTA DESDE EL PRIVILEGIO (y que lo diga la Independencia de América, para aprovechar la fecha).
Por tanto, adelante: denunciemos la violencia policial si la hubo, pero hagamos lo mismo con la violencia burocrática que se disfraza de academicismo para pretenderse inmune y para secuestrar nuestra inversión educativa y, con ello, marchemos aunque sea por una vez por una universidad que no sólo sea autónoma sino también libre de sus captores internos.
Eso sería.
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